EL HOMBRE COMO AUTORIDAD


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EL HOMBRE COMO AUTORIDAD



Jesús Castelazo


Romanos 5:12: “Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres.”

Cada día es lamentable la situación en que viven las familias. Y como he dicho otras ocasiones: siempre, siempre es el hombre el responsable. Prácticamente parece que ya no hay hombres. Hay machos, pero no hay hombres.

Hay hombres que mientras están en sus casas, a veces no quieren obedecer a sus padres. Y se creen muy hombres, cuando que lo que son, son hijos desobedientes. Y ya que se casan, esperan que sus padres les llenen el matrimonio. Mire nomás, qué confusión tan horrible, hermanos: ya que están casados, entonces están pegados con el padre o con la madre.

¡Faltos de hombres! ¡Por eso fracasan como hombres! Y por eso fracasa la vida conyugal. ¡Ojalá que los hombres que se casan, los jóvenes, se fueran a vivir a otra ciudad, para que aprendieran a ser hombres, a hacer feliz a una mujer, a responder por todo lo que la casa reclama! ¿Le parece duro mi lenguaje? ¡No es nada hermanos! ¡Es para llorar en que situación se encuentran los hogares! Y la situación mundial parece que cada quien hace lo que le da la gana, porque no hay disciplina, porque no hay hombres.

Y hay hombres que los manda la señora y hace de él lo que quiera. Si la señora dice: “Ya no vamos a esta iglesia, vámonos a la otra”, ahí va el hombre como corderito. Y lo vence y le lava el cerebro y se lo lleva por otro lugar. ¡Qué clase de hombre es hermano! ¡Qué vergüenza de hombres que ni siquiera sus convicciones espirituales son capaces de tener! Si la señora dice: “No vamos hoy al culto”, dice el hombre: “Amén, así sea”.

¿Me están oyendo? ¿Quién haría enojar al hermano Castelazo? ¿Sabe quién me hizo enojar? ¡El diablo! Por ver hermanos cómo anda destruyendo los hogares, y los hombres ¡tan obedientes al medio que los rodea! A los hijos. Porque se levantan los hijos “Papá, ¡no! Mira, ahora se va a hacer aquí” y el padre se somete. ¿Qué clase de hombre es hermano?

Entre más estudio la palabra de Dios más encuentro la terrible culpabilidad que pesa sobre nosotros. Somos los responsables por qué los hijos andan perdidos, por qué se destruyen sus hogares, por qué hermanos el matrimonio está en esa condición. ¡Nosotros, los que traemos la imagen de Dios somos los responsables!

¿Sabe qué nos pasa a los predicadores en este tiempo? Nos sentimos como Juan Bautista. Juan Bautista dijo: “Yo soy la voz que clama en el desierto”. ¿Por qué decía eso? Porque casi nadie obedecía lo que decía Juan. Y así nos pasa ahora. Hablamos, exhortamos, aconsejamos. Nada. Sin embargo, una ocasión dijo Dios: “Tu habla, te oigan o no te oigan”. Que la voz de Dios se escuche. Si el hombre no la quiere oír, para su propia vergüenza y su propia ruina.

Yo quiero que ustedes me entiendan hermanos, que entendamos por favor que ser cristianos es una responsabilidad tremenda. Y que nosotros, se lo voy a decir en un lenguaje sencillo, debemos de fajarnos los pantalones espirituales, ya no de trapo. ¡Que seamos hombres! ¡Que seamos responsables de las personas que nos rodean! ¿No dicen amén? No estoy enojado, le aseguro que no estoy enojado. Estoy triste, de ver cuántos hombres los mangonea el diablo a través de su mujer, de sus hijos. Dondequiera encuentro eso hermanos, no solo aquí en Tuxtla: Los hombres como corderitos, hacen lo que diga la señora, lo que digan los hijos, lo que digan los cuñados, lo que digan los abuelos, los suegros también. No hay quien diga: “Yo soy hombre de Dios, y aquí se va a hacer la voluntad de Dios, y en mi hogar se va a hacer lo que Dios diga. Y aunque la señora se ponga a llorar tres días, no le hace.” Pero a muchos les pasa lo que a Sansón, dice que su alma fue reducida a mortal angustia. Si la señora llora ¡déjela que llore! ¡cómprele pañuelos! Que acabe de llorar, ya se cansará de llorar. Pero nunca permita que su mujer a través de sus lágrimas lo venza, porque usted no va a servir para nada. Dios va a ser avergonzado a través de su hogar, de sus negocios, de todo.

Le repito, no estoy enojado. Si usted estuviera en mi lugar, tal vez estaría hablando más duro, porque hermanos, los hogares están en la ruina, los hijos se los está llevando el diablo, se están yendo al mundo, las familias están destrozadas, a veces unos van en una iglesia, otros van en otra. ¿Qué clase de hombre es el que manda ahí? Parece que ahí manda el demonio, no manda el hombre, cada quien hace lo que le da la gana. Algo peor. Algunos hombres se conforman con llorar como una magdalena. Si va a llorar ¡llore delante de Dios en oración, derrame sus lágrimas por las ovejas que Dios le ha dado! Pero no las derrame como un muchacho avergonzado, como uno que tiene vergüenza.

Yo creo que se está perdiendo el afecto natural, el sentido de justicia no se está apreciando, no hay sentido de justicia hermanos. Porque nadie se preocupa porque se haga lo recto, porque la obra crezca, porque la familia esté unida, porque esté aquí, nadie usa de autoridad espiritual. Recuerden, les hemos dicho: Nosotros, los hombres traemos la imagen de Dios. ¿Si o no hermanos? Somos los representantes de Dios, usted, usted, usted, hombre, usted representa a Dios en su casa. ¿Qué clase de Dios está usted representando? ¿Mmm?

Sí, a veces somos odiados por la señora, por los hijos. No importa. Nosotros debemos de ser hombres de Dios, ministros de Dios, porque cuando el hombre piensa que por amor que se haga lo que digan los hijos o la señora, él es el primero que va a ser llamado a juicio, y él es el que va a parar en el mundo si sigue en esa condición. Yo lo he visto hermanos. Cerca de cincuenta años en este trabajo me han hecho ver muchas cosas, y yo estoy aquí para servirles, para ayudarles. Pero falta esa calidad de hombres. ¡Hacen falta hombres en este tiempo! No machos. Representantes de Dios. Hombres que ocupen el lugar que Dios les manda, no lo que manda la señora. No estoy en contra de las señoras, yo siempre estoy para defender a las mujeres. En la mayoría de las conferencias que doy estoy por ellas, porque sufren y lloran, precisamente porque no hay hombres. ¿Se acuerdan de lo que leímos? “Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre”. ¡Cómo me preocupa esto a mi hermanos! Y cuando el pecado entra en la casa entra por un hombre. No me diga que entra por la señora, entra por el hijo que ya está en la universidad, ¡el pecado en la casa siempre entra por el hombre! ¡Siempre! Aunque él no sea un borracho, aunque no sea un mujeriego, nada más porque no es hombre, allí va el demonio con el pecado adentro de la casa, a revolverlo todo, y hasta a él lo destroza.

¡Me queman a mí los versículos de la Biblia, mi corazón, porque son la verdad! “Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres.” A usted, a usted, a usted, y a su servidor. ¿Hasta dónde el primer hombre vino a embarrarnos? ¿Hasta dónde nos acarreó maldición aquel hombre, primer hombre, Adán? Por cuanto todos pecaron. Dejó una secuela terrible.

Si hermanos, es doloroso la situación. Si nos pusiéramos a hacer una encuesta: ¿cuántos hogares están unidos? ¿cuántos hogares el hombre que está ahí es el pastor de su casa, el que trae la familia al templo, el que se fija que la familia lea la Biblia, el que se da cuenta que su familia sea espiritual”. Si nos pusiéramos a investigar, ¿cuántos? Me atrevo a pensar que de cien, si acaso tres o cinco. La mayoría ... Y yo conozco las contestaciones: “Ni modo que los agarre a golpes para que obedezcan. Ni modo que me los lleve a fuerzas.” Y con eso se la quita. Ya. ¿Eh?. Pero no ponen lo que está de su parte, no llora delante de Dios, no clama como un buen pastor, no usa de sabiduría. Las consecuencias siempre son terribles. ¿Qué no nos duele hermanos cuando una muchacha sale embarazada sin haberse casado? ¿Qué no nos duele cuando un hogar recién formado se acaba? Oiga, si nos quedamos riendo es que ya estamos muertos, es que ya no tenemos sentimientos, se nos acabó el afecto natural. ¿Qué no nos duele hermanos cuando un hijo se va a las discotecas, se va a las drogas, y un hijo que conoció el evangelio de adolescente? ¿Qué sentimos cuando una hija le retoba a su madre y le grita? ¿Qué sentimos cuando un hijo le grita a su padre? ¿Qué sentimos cuando a la hora de la comida los hijos no están allí, cuando la Biblia dice: “tus hijos como plantas de olivos alrededor de tu mesa”? En la mayoría de los casos parece que a nadie le importa. Sí hermanos. A veces el padre agarra su Biblia y dice: “Pues si se quieren ir al infierno, váyanse. Yo me voy con el Señor”. ¡Ah! ¡Qué clase de hombre! ¡Cobarde! ¡Inútil! Eso lo dice la palabra de Dios, yo no lo digo hermano.

Queridos hermanos. ¿Somos cristianos si o no? Puede ser que algunos no estén seguros. Pero si somos cristianos, estoy hablando especialmente a los hombres: ¡Vamos a portarnos como hombres cristianos! ¡Vamos a ser responsables de nuestra casa!

Estaba yo sacando una lista, y es muy larga, de hermanos y hermanas que no vienen ya al culto, ni sus jóvenes. Y yo le aseguro que de esa lista larga de los que ya no vienen ¿qué pudieran decir muchos? “las deudas,” no es cierto; “el pastor no es buen pastor,” no es cierto hermano. ¿Qué será? ¿Sabe qué? El hombre de la casa es el culpable. A veces él es el primero de no venir. Y a veces es el primero que viene pero deja que los demás no vengan. Que bueno que hoy en esta mañana no jugó México ¿verdad? Si no yo creo que hubiéramos suspendido la escuela dominical porque no hay ninguno. De ese tamaño hermanos. Y decimos: “Cristo murió por mí. Cristo me salvó, yo me he entregado al Señor”. Del dicho al hecho, hay mucho trecho. ¡Pobres mujeres! ¡Pobres señoritas! ¡Pobres mujeres! Porque de acuerdo con la Biblia, todas están bajo la protección de un hombre, bajo la guía de un hombre, bajo la guía de un representante de Dios. Y son las primeras que sufren. No estoy aquí para regañar, no, Dios no me ha llamado a eso, sino a servirles. Yo estoy tratando de ayudarle. Pero si usted no ha llorado por los que se pierden, ni aun por sus hijos, su servidor sí. ¡Llora mi alma por ver tanta gente perdida que no se debía de perder! ¡Pero no hay hombres de Dios! ¡Hombres que ocupen el lugar! De todas maneras nosotros estamos aquí para enseñarle, para orar por ustedes, para aconsejarle.

Aquí si usted entendió el texto, es una secuela triste. El pecado entró por un hombre, y por el pecado de aquel hombre vino la muerte a todos los hombres. Vamos a ver más de cerca este asunto. Génesis 3, del 1 al 6: “Pero la serpiente era astuta, más que todos los animales del campo que Jehová Dios había hecho; la cual dijo a la mujer: ¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto? Y la mujer respondió a la serpiente: Del fruto de los árboles del huerto podemos comer; pero del fruto del árbol que está en medio del huerto dijo Dios: No comeréis de él, ni le tocaréis, para que no muráis. Entonces la serpiente dijo a la mujer: No moriréis; sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal. Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual comió así como ella.”

Cierren sus Biblias y miren para acá. ¿Oyeron bien hermanos? ¿Dónde quedó el hombre? En estos seis versículos que muestra la maldición que entró a la raza humana cuando entró el pecado, dígame ¿dónde quedó el hombre? Aparece hasta el último versículo, como un dócil cordero. Se lo voy a leer otra vez: “Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido.” Inocente. Pobrecito. “Aquí tiene usted. Coma usted.” “Con todo gusto.” “Coma del fruto prohibido.” “Sí señora.” “Coma usted.” “Sí, Evita, lo que tú digas”. Y mire nomás en qué condición estamos.

¿Qué le parece? ¿Dónde está el hombre aquí hermano? No estamos sentando a Adán en el banquillo de los acusados, pero la mera verdad es que el primer hombre pasó a la historia como un tonto, un irresponsable, mal marido y pésimo padre. Su hogar se hizo pedazos. Y todo comenzó porque la señora le dio del fruto prohibido. ¿Sabe lo que me extraña aquí? ¡Que ni siquiera se defendió hermano! ¿Por qué no alegó: “Oye, eso no se debe de comer”? Tranquilo, comió. Ni siquiera discutió, hermano. Ni las manos metió. Y se acuerda lo que dice el primer texto: “El pecado entró en el mundo por un hombre”. Ya estaba en la mujer, ya el pecado estaba en la mujer, ya se le había metido el enemigo a Eva, ya había desobedecido a Dios, ya había comido del fruto prohibido, y al hombre le dio. Obediente el hombre. Y por eso trajo la muerte a todos los hombres. Los dolores terribles, los malestares del embarazo a las señoras, los terribles dolores en el alumbramiento, y a todos los hombres comer con dolor todos los días de nuestra vida. Nomás porque al señor Don Adán se le ocurrió obedecer tranquilamente a su mujer.

A ver. Quiero que esté pensando en lo que estoy diciendo. ¿Qué no se le ocurrió pensar en Dios? ¿Qué no se le ocurrió pensar que él era hecho a imagen de Dios? ¿Qué no se le ocurrió pensar que Dios le había entregado todos los animales, todas las aves del cielo, todos los peces? ¿Qué no se puso a pensar en eso? ¡Eso es lo que le pasa a los hombres de este tiempo hermanos! ¡No piensan! No se ponen a pensar: “Yo soy hecho a imagen de Dios, yo represento a Dios aquí en mi casa, Dios me ha entregado a esta señora para santificarla, glorificarla, para cuidarla; Dios me ha entregado a estos hijos para que sean santos”. No le pasa por la cabeza. Cualquier disgustito “qué se haga lo que dice la señora”; con tal que no se enoje; ¡y menos que llore!

No me canso de pensar en Sansón. Parece que él era hombre ¿verdad hermanos? No siempre la fuerza física demuestra que hay un hombre. Sansón era cierto hombre con su potencia física, ¡pero en las rodillas de Dalila se quedó pelón! Allí perdió. Porque dice que no soportaba que Dalila llorara; le amargaba el alma. Yo quiero que noten esto: Era fuerte; mil filisteos con una quijada de burro los mató hermanos; pero las lágrimas de Dalila, ah, ah, ahí si no. “No aguanto” decía Sansón, “que se haga lo que tú quieras; esto y esto y esto es mi secreto”. Y lo dejó pelón en un ratito hermanos.

¿Dónde quedó el hombre en estos seis versículos? La mujer vio el árbol que era agradable. Se le olvidó que estaba prohibido, o lo hizo con premeditación, alevosía y ventaja. Y le dio a su marido de comer. Pero mire nomás lo que está aquí: ni siquiera platicó, ni siquiera discutió, ni siquiera se defendió. Como un bebito comió del fruto prohibido y mire nomás hasta donde hemos llegado. Por desgracia hermanos, la historia se repite ahora más que nunca. Esto que está aquí (en la Biblia) se repite en grado superlativo. La mayoría de los hombres no imponen su criterio de representantes de Dios. No imponen la vida espiritual como representantes de Dios que son. Doblan las manos ante lo que diga la señora, con tal que no llore, con tal que hable ante los hijos. Y si las consecuencias de aquel primer hombre fueron graves, siempre son graves cuando un hombre no es hombre de Dios.

Trajo muchas consecuencias malas. Mire lo que dice en Isaías 59:1-2 “He aquí que no se ha acortado la mano de Jehová para salvar, ni se ha agravado su oído para oír; pero vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y vuestro Dios, y vuestros pecados han hecho ocultar de vosotros su rostro para no oír.” ¿Cuántas veces hermanos estamos orando por la esposa, o porque halla trabajo para traer alimento a la casa, para mejorar la casa, para comprar una casita, un terrenito, estamos orando por los hijos, por el hijo que está enfermo y como que no sana, como que los hijos no obedecen, entre más oramos más rebeldes se ponen, la señora más difícil? Pocas veces el hombre se pone a preguntar: “¿Seré yo el culpable? ¿No seré yo?” Aquí el Señor dice: “El brazo del Señor no se ha acortado para salvar, si su oído se ha ofuscado para oír, pero el pecado que hay entre ustedes impide que Dios oiga, que Dios conteste”. Impide hermanos.

Y díganme que se puede decir cuando se trata que algunos pecados impidan. “Esta señora, ésta que todo el tiempo el duele la cabeza, que todo el tiempo está de genio, que nada le gusta, que siempre está exigiendo mejores muebles, ésta”. ¿Qué le podemos decir? “Estos muchachos que no salen de la discoteca, éste que tiene sus revistas pornográficas, éste que anda con una novia y otra y otra”. No hermanos. Cuando Dios no oye las oraciones nuestras cuando hay pecado en la casa ¿vamos a culpar a la hija, vamos a culpar al hijo, vamos a culpar a la señora? No hermanos. Sería bueno que pensáramos: “¿En qué estoy fallando, Señor? Tú me has puesto en esta casa como tu ministro. Dime en qué estoy fallando. ¿Cuántas de las ovejas que tú me has dado se están perdiendo y yo me doy cuenta?”.

No es fácil hermanos. Dicen que el pastorado es el trabajo más difícil que hay sobre este mundo. Y todo padre de familia y marido es un pastor, lo quiera creer o no. La Biblia dice que cuando se casa se convierte en pastor. La primer oveja que Dios le dio es su mujer, y luego todos los que están dentro de su casa, y él es el ministro. No es fácil.

Hay dos cosas allí. Una: no debía de haber obedecido a su mujer contra la voluntad de Dios. Entonces un hombre primero tiene que saber cuál es la voluntad de Dios. Y nosotros los hombres tenemos que estar cerca de Dios, para saber cuál es su voluntad. Y cuando la sabemos, la tenemos que poner por obra en la casa, le guste o no le guste a la señora, llore o no llore, le guste o no le guste a los hijos, porque a través de eso la casa está bajo la protección de Dios. ¡Aleluya! Sí Señor. Está bajo la protección de Dios.

Mire, no me malentienda. Las señoras, Dios les bendiga, son señoras, tienen su punto de vista, ellas quieren que todo esté de una manera como ellas piensan; y está bien por ser madre y esposa, pero no siempre piensan lo correcto ante Dios. Y entonces el hombre tiene que decir: “Aquí se hace la voluntad de Dios”.

Un ministro decía: “Mi esposa no siempre está de acuerdo conmigo. Cuando Dios me envía a un lugar a veces se opone, y llora. Pero yo le digo esto: Mira mujer, mientras yo obedezca a Dios, tú estás segura, tú estás protegida. El día que yo desobedezca a Dios tú eres la primera que la vas a llevar.” Y eso está muy bien mi hermano, eso es cierto.

El hombre tiene que saber, el hombre de la casa tiene que saber cuál es la voluntad de Dios para su familia. A veces los maridos lo que hacen es “vamos al templo” y ya. “¿Qué no quiere ir? Pues que no vaya. Que la muchacha se quiere quedar. Pues que se quede.” Y al rato se viene él solito con su Biblia. Y toda la familia se quedó allí; y él viene tan tranquilo, cuando que ya está perdiendo la batalla hermano. ¿Mmm?

No sé cuantos de ustedes me están entendiendo lo que yo les quiero decir. No estoy hablando de machismo, no, no, no, ni de un mando de capataz. No. Estoy hablando de hombres de Dios. El hombre tiene que saber primero la voluntad de Dios. Adán que sabía la voluntad de Dios, ¿por qué no habló con Eva: “Eva, esto no se debe de hacer. Dios dijo esto y tú lo sabes. ¿Por qué me está dando a mí lo que no debo de comer?”.

Y luego, no hacer lo que se diga que contra la voluntad de Dios. A ver hermanos. ¿Por qué obedeció Adán a Eva? ¿Alguno de ustedes se han puesto a pensar? Dicen algunos: “Fue el diablo”. Bueno, el diablo comenzó. ¿Por qué le obedeció? ¿Saben lo que dice la mayoría? Ques’que por amor. ¡Fíjese! ¡Que por amor! Adán se puso a calcular: “Esta mujer ya comió del fruto prohibido. Ya está sentenciada a muerte. Se va a morir, y yo me voy a quedar viudo por los siglos de los siglos. Amén. Porque no hay otra señora, no me queda más que seguirla.” Puede ser que halla pensado eso. Quizá pensó: “Es mi esposa, yo la amo. A donde ella va yo tengo que ir”. Posiblemente.

Pero sea de una manera u otra ¿sabe lo que pasó? Adán dijo: “Señor, te haces a un lado. No vale lo que tú has ordenado”. Un pecado de alta traición. Y cuando el hombre en el hogar no hace la voluntad de Dios sino la voluntad de la familia, de la señora, de los hijos, ni más ni menos está haciendo a Dios a un lado. Esa es la verdad hermanos. Y el resultado es: que se acabó.

Pero las consecuencias son muchas. No nos alcanza en esta mañana para enumerarlas. Aquí viene otra, mire, Génesis 9:2 “El temor y el miedo de vosotros estarán sobre todo animal de la tierra, y sobre toda ave de los cielos, en todo lo que se mueve sobre la tierra, y en todos los peces del mar; en vuestra mano son entregados.”

Miren para acá. ¿Sabe lo que quiere decir esto? Cuando el hombre pecó, no solo se rompió la comunión. Escuche: por lo menos tres, tres comuniones se rompieron: La comunión con Dios, lo sacó fuera del huerto. La comunión entre los esposos. Tú deseo va a ser sobre tu marido, y él te va a dominar, le dijo Dios. Antes estaban bien identificados, ahora quedaron confrontados. Era una lucha y es una lucha terrible: la mujer anhelando a su marido y él tratando de someterla. Se rompió la comunión con Dios, se rompió la comunión con los esposos, es la pugna continua y, oiga, se rompió la comunión con los animales. ¿Con quién dije? Sí hermanos. Los animales eran amigos de Adán, las víboras, los elefantes, los tigres, todos. Y aquí dijo Dios: “El miedo a ti va a estar en los animales. El temor y el miedo de vosotros estarán sobre todo animal de la tierra, y sobre toda ave de los cielos, en todo lo que se mueve sobre la tierra, y en todos los peces.” Miedo de los peces al hombre, miedo de las aves al hombre, miedo de los animales al hombre. Hasta eso se rompió. Acérquese a dónde están los pajaritos y verá como se echan a volar, en lugar que vengan con nosotros. La mayoría de los animales huyen del hombre. Hasta eso se rompió. Al principio no era así, eran sus amigos, y él les puso nombre. Por cierto todavía hay señales de eso ¿verdad? ¿No el hombre le pone nombres a los perros? Y los perros le obedecen. Y a veces las señoras le ponen nombre a los gatos y los gatos le obedecen a la señora. Y hay hombres que instruyen a los pajaritos y los pajaritos le instruyen. Hace poco estaba yo leyendo un libro sobre Birmania, donde en lugar de bueyes, aquí en Chiapas se usan bueyes, allá en Birmania son elefantes hermano. Tienen rebaños de elefantes como de vacas. Y un muchacho de catorce años montado arriba, nomás con el dedo le mueve las orejas y sabe lo que tiene qué hacer el elefante, cuántos troncos va a arrastrar y lo que tiene qué hacer.

Todavía hay señales de la comunión del hombre con los animales. Pero cuando el hombre dejó de ser hombre, representante de Dios, ¡hasta eso perdió, hermano! ¡Qué batalla para amansar a un buey! ¿verdad? ¡Y más una mula! ¡Újule! ¡Qué batalla para amansarla! Estaba yo escuchando hace días que un perro vale diez mil dólares, un perro que enseñan para detectar dónde hay bombas. El hombre tiene que trabajar para amaestrar los animales, cuando que dice aquí que eran sus amigos. ¡Todo eso se echó a perder hermanos!

¿Sabe qué estoy tratando de enseñarle? Que cuando nosotros como hombres dejamos de ser los representantes de Dios, no nos imaginamos hasta dónde vienen las consecuencias. No solo se llega a perder la familia, se llega a afectar la economía, se llega a afectar un montón de situaciones.

Romanos 3:23 “por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios”. Perdimos la gloria de Dios. En el jardín del Edén estaba la gloria de Dios en los esposos, en el hogar. Eso se perdió hermano. Y muchas cosas fueron destruidas. Se perdió. De tal manera que la Biblia nos dice que el hombre bajó tanto, no solo perdió su calidad de hombre, su calidad de representante de Dios, en algunos casos llegó a descender más abajo como los irracionales. Salmo 73:21-22 “21 Se llenó de amargura mi alma, y en mi corazón sentía punzadas. Tan torpe era yo, que no entendía; era como una bestia delante de ti.” Un hombre que llegó a conocer al Señor está testificando: “era como una bestia delante de ti.” ¡Qué cosa tan terrible hermano!

Sin embargo, Dios no ha quedado impávido a nuestra miseria, sino que él ha tenido misericordia de nosotros. Vamos a leer Romanos 5:20 “Pero la ley se introdujo para que el pecado abundase; mas cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia;”. A ver, no vaya a mal entender esto. ¿Cómo que la ley se introdujo para que el pecado abundase? La Biblia dice que cuando no había ley, no sabía la gente qué era pecado. ¿Y por qué pecó Adán? Porque Dios había dicho claramente: “De este árbol no vayas a comer”. Así que Dios había dado una orden. Y sin embargo, no se obedeció. No era una ley escrita, pero se desobedeció la orden de Dios. Cuando vino la ley, ya señaló cuántas cosas eran pecado. Entonces el pecado resurgió, porque muchas cosas hacía el hombre y no sabía que era pecado. Vino la ley y le enseñó: “esto es malo, esto es malo, esto es malo, esto es malo, esto es malo” y lo siguió haciendo. Por eso San Pablo dice: “La ley me mató”. El hombre de por sí peca, y está sentenciado, pero cuando peca con conocimiento de causa, es peor. Antes de la ley había muchos pecados, pero podíamos decir: “había un atenuante, no había ley”. Cuando vino la ley dijo: “Esto no es bueno, esto no, esto no” y el hombre siguió haciéndolo, entonces ya fue con conocimiento, casi con premeditación, alevosía y ventaja.

“La ley se introdujo para que el pecado abundase; mas cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia;” Un predicador decía en una ocasión: “¿Hasta qué punto serán capaces los hombres, seremos capaces de ofender a Dios? ¿Hasta qué punto? Hasta decirle a Dios: ‘Mira, si tú bajas de allá te vamos a matar.” Y Dios bajó de allá, y tomó carne de la virgen María, y tomó forma de hombre. Y él dice que vino a salvar, no a condenar. Y probó que era Dios porque él perdonó los pecados, caminó sobre el agua, detuvo la tormenta, hizo bien, y sin embargo lo agarramos, lo golpeamos, y lo clavamos en una cruz. Porque no fueron animales los que clavaron a Jesús, fueron nuestros semejantes, como si nosotros lo hubiéramos hecho: “Si bajas de allá Dios, te vamos a matar”, y lo hicimos. Pero en la cruz el Señor demostró que no había dejado de amarnos, porque en los labios de su Hijo Jesucristo dijo: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”.

Cuando el pecado creció, abundó, sobreabundó la gracia. A ver, vamos a repetir Juan 3:16 “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.” No alcanza el tiempo, hermanos, para señalar cuántos pecados muestra la Biblia que cometemos. Infinidad. Pero quiero que nosotros entendamos que por eso vino nuestro Señor Jesucristo. ¡Hombres que me escuchan! ¡Para eso vino! Aunque la gente alaba mucho dizque a la virgen María, pero no a la virgen María, a las imágenes. ¿Eh? No a la virgen porque ella está con el Señor. Sin embargo, fue un hombre, no fue la madre de Jesús, fue Jesús un hombre como nosotros, por eso se le llama ‘El Hijo del Hombre’, ‘El Hijo del Hombre’, quiere decir ‘semejante a el hombre’. Y él vino a señalarnos cómo ser salvos, cómo estar en comunión con Dios, cómo ser hombres de Dios. ¿Sabe qué? Algunos han alegado: “Pero es que Jesús nunca se casó, no sabe lo que es tener una señora, no sabe lo que son los problemas del hogar”. ¡Sabe más hermanos, sabe mucho más! Porque él nos dotó a nosotros como líderes de la casa. Quien manda somos nosotros, no para sentirnos grandes, sino para proteger la familia. El jefe de la casa somos nosotros, no para pegar de gritos, sino pastorear la familia, para traerla hacia Dios, para procurar que esté feliz. Pero nosotros a veces en nuestro ego hemos exigido que la familia nos haga feliz a nosotros; que la señora se encargue de nosotros. Hemos invertido la situación hermano.

Por cierto, hay mal, y a veces creemos lo que dice el mundo. El mundo dice: “No hay mal que por mujer no venga”. ¿Ustedes creen eso? ¡Eso lo inventó el diablo hermanos! La Biblia dice que el hombre es el culpable. Ahora, lo que quiero decirles es esto: Cuando el Señor Jesucristo vino a salvarnos, vino a salvarnos de esa vida apática, abúlica, desatendida. En otras palabras, Cristo nos vino a hacer hombres de Dios, ¿eh? hombres de Dios. Sí, todos los maridos son hombres, pero Cristo vino a hacernos hombres de Dios. Yo estoy plenamente convencido que solamente cuando nos acercamos a Cristo, cuando estudiamos la Biblia, cuando oramos, cuando amamos la familia, si de veras amamos a la esposa, si de veras amamos a los hijos, no es asunto de darles muchas cosas, sino de velar por su vida espiritual. Procurar desde luego que no les falte nada, pero ante todo que la familia esté cerca de Dios hermano. Para eso nosotros traemos la imagen de Dios, para eso somos nosotros los representantes de Dios, para cuidar que la familia esté cerca de Dios, para que Dios la proteja, para que las bendiciones de Dios vengan sobre la esposa, sobre los hijos.

Pero como dije al principio, cuando no hay hombres de Dios, entonces el hombre viene a ser uno más de la familia. Como decía una mujer que tenía cuatro niños: “Con mi marido son cinco”, decía, “y él es el mayorcito”. Porque parecía un chamaco, no tenía autoridad de hombre, no tenía carisma espiritual, no tenía autoridad espiritual. Entonces Cristo, hermanos nos vino a hacer hombres de Dios. Usted y yo que tenemos una familia, nuestra responsabilidad es tremenda. Nuestro deber es mantener a la familia unida, los que están en la casa; los que se casan es punto y aparte. Cómo me gustaría que los muchachos cuando se casan ellos mismos le dijeran a sus padres: “Papacito, mamacita, gracias por todo lo que hiciste por mí. De aquí en adelante déjenme solo por favor”. Benditos sean. Porque esos sí, ¡esos son hombres que van a resolver sus problemas con la ayuda de Dios!

Hermanos, en este tiempo es difícil mantener a la familia unida. En este tiempo es difícil que un hombre se de a respetar y lo obedezcan en su casa. Es muy difícil sin Dios, pero acuérdese de lo que dijo el apóstol: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”. Realmente hay hermanos que han perdido ya su autoridad. Ya no le obedecen ni la señora ni los hijos. Perdió su autoridad. Si usted busca a Cristo, hermano, si usted busca a Dios, Dios le va a dar esa autoridad. Porque cuando hay un hombre que vive cerca de Dios, la mujer aprende a respetarlo, y admirarlo. ¿Oyeron? A admirarlo. Y las esposas mismas han dicho: “¡Qué feliz me siento teniendo un hombre de Dios por esposo! ¡Qué tranquilidad! ¡Qué satisfacción! Un hombre que está cerca de Dios.” Ese es nuestro trabajo hermanos.

Que Dios permita que todos aquellos que ya no los respetan, que ya perdieron el control de su casa, busquen a Dios de manera que se levanten, que ocupe el lugar que Dios le ha dado. Y Dios permita que los que estamos al frente de una familia procuremos que nuestra familia esté bajo la protección de Dios, bajo la obediencia de Dios, porque entonces no tendremos que lamentarlo, sobre todo el día que Dios nos llame a cuentas.

Vamos a orar, hermanos. Oremos: “Señor, nosotros sabemos cómo llevar una familia. Se necesita, para ser capaces de ser pastores de la casa, ¡oh Dios! Gracias porque tú nos hablas de esta manera, gracias porque nos haces ver nuestra responsabilidades, ¡bendito sea tu nombre Señor! Te agradecemos porque Jesucristo vino a morir para salvarnos; te agradecemos porque Cristo es el que nos puede hacer hombres de la casa, hombres de Dios, ministros de Jesús. ¡Ayúdanos para mantener a la familia unida en tu casa de oración! Ayúdanos para mantener nuestra familia cerca de ti; que no haya pecado en la casa, que no entre la inmundicia; que la presencia de tu Espíritu esté en el hogar. Te alabamos, Padre, gracias te damos Señor, porque tú nos ayudas; con tu ayuda ¡sí podemos pastorear la familia! Con tu ayuda podemos ser hombres tuyos. Bendícenos por tu misericordia, danos un corazón que te obedezca, Padre, por Jesús, aleluya, amén.”